sábado, 6 de diciembre de 2014

Vivir recordando

Hoy he estado con mis sobrinos de 8 y 4 años haciendo la carta de Papá Noel y me he transportado a cuando yo era pequeña y a cuando desgraciadamente acabó la magia de creer en esos tres Reyes Magos de Oriente y en el grandullón vestido de rojo y me he dado cuenta que no era mucho mayor que mi sobrina de 8 años y me he quedado pensando en lo rápido que pasa el tiempo y en lo poco que dura la infancia. Aun me acuerdo del día en que mi hermana vino a casa y me dijo que estaba embarazada, yo tenía 10 años y mi hermana 27, justo ese verano me había roto un brazo y fui corriendo a coger un boli para poner en la escayola "Voy a ser tía", estaba tan contenta que no pude contenerme y cuando llegó mi madre del trabajo lo primero que le dije fue: "¡La tata está embarazada!" estropeándole, de alguna manera, a mi hermana el poder decirle a nuestra madre que iba a tener a su primer nieto.
 Sin duda ese día fue uno de los mejores de mi vida, iba a tener un sobrino/a, pocos niños de mi edad podían decir lo mismo, siempre me he quejado que mis hermanas me sacaban demasiados años y para colmo era "la rara" que tenía dos hermanas de distinto padre, pero a la vez tenía tanta suerte de tener dos hermanas (mellizas) tan mayores, tenía todos los caprichos que quería (bueno y los sigo teniendo), me llevaban con ellas a todos lados, y de repente me hicieron importante, me han dado tres sobrinos preciosos a los que cuido, quiero, adoro y achucho sin cansancio. Ese día parece que fue ayer, me acuerdo de cada vez que mi hermana venía y lo primero que hacía era tocarle la barriga,  de cuando nos dijo que iba a ser niña, de una noche que mi hermana se quedó a dormir a mi casa y estando ya las dos en la cama me dijo: "Hana, mira ven, Nerea está dando patadas" y me levanté de la cama de un salto en busca de ese pequeño ser que pronto estaría entre mis brazos, del día que nació que yo no quería ir al colegio porque quería ver a mi sobrinita y que cuando fui al hospital y la vi, creo que no pude parar de sonreir en todo el rato que estuve allí, sentí una alegría tan inmensa que recordaré toda mi vida, de un día que llegué a casa y estaba la caldera desmontada en el pasillo, Nerea vino correteando a saludarme (tendría un añito y medio o así) y después de darle un abrazo la solté en el suelo con tan mala suerte que tropezó y se hizo una herida con el pico de la caldera, cicatriz que le marcará toda la vida, y lo mal que lo pasé yo porque no paraba de sangrar y me lo tomé como si fuera mi culpa.
Sé que tengo tres sobrinos, pero el nacimiento de Nerea marcó un antes y un después en mi vida, en mi madurez, en mi crecimiento... Ahora puede que preste más atención a los pequeños porque necesitan más atención, porque son más graciosos o porque ella ya es mayor y tampoco me reclama tanto, pero siempre será ella, por más que me saque de quicio con su pavo, mi primera Gran Noticia de mi vida.
 Hemos crecido, esa niña ilusionada porque iba a ser tía tiene ahora 19 años y hace todo lo posible por que la infancia de sus sobrinos sea preciosa, pero no se da cuenta de que sus sobrinos también crecen, que Nerea tiene ya 8 años, que pronto sufrirá el desengaño de esos seres mágicos que traen regalos en Navidad, que pronto se va a hacer toda una mujercita, pero lo que sí sabe es que gracias a sus tres pequeños monstruitos es quien es y que daría su vida por ellos.
-H

1 comentario:

  1. ¡Pero qué preciosidades escribes!
    Ahora entiendo por qué tu padre se emocionó al leerlo...
    Un besazo para mi Hani y a sus sobrinitos.

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